21 mar 2011

Capitulo 3

Amara se sentía confundida por lo que había pasado minutos atrás. No le gustaba la mirada con la que ese general la miraba, la ponía tremendamente nerviosa, aunque jamás lo admitiría. La morena miró a las mujeres que se encontraban con ella en la furgoneta por enésima vez. Todas llevaban consigo miradas tristes y asustadas, ninguna tenía la más mínima idea de lo que les esperaba en aquella casa nazi.
Amara las observó atentamente una por una de nuevo. Frente a ella, estaban sentadas en el suelo 3 mujeres, de diferentes edades. La primera debía de ser un par de años mayor que ella, tenía la piel extremadamente morena, en cambio el pelo lo tenía marrón caoba y los ojos de un verde infinito y puro, como el de los campos y los árboles en pleno auge de la primavera. Pero aún así, todo el atractivo que podría tener se anula por completo debido a sus sobresalidos y prominentes dientes. La mujer que se encontraba junto a la joven, era muy similar a ella, solo que por su pelo ya empezaban a pasar las pruebas de la edad, ocasionando un gran contraste con su oscuro pelo. Sus pequeños ojos oscuros estaban perdidos, desorientados, mirando a ninguna parte, y a la vez, a todo. Abrazaba con fuerza a una pequeña y muy menuda niña de unos 10 años. Que gracias a sus enormes ojos del mismo color, de la que parecía ser su hermana mayor, se le notaba el terror por el que estaba viviendo. Temblaba como si se encontrara en pleno invierno siberiano, mas, hacía un horrible calor dentro de aquel vehículo.

Amara volvió a sus pensamientos. En su interior habría deseado con todas sus fuerzas cambiarse los lugares con su madre. No deseaba por ninguna de las razones que ella pasara una noche en aquel campo de concentración. Porque, ella había oído hablar de esos lugares, y sabía que no eran nada bueno.
De repente, un fuerte golpe las ensordeció de tal forma, que la pequeña se tapaba los oídos mientras su madre luchaba con todas las fuerzas que no le quedaban para que no llorara. La furgoneta paró, y el hombre de color que había acompañado a las dos mujeres pelirrojas se presentó ante ellas.
-Señoritas-les dijo a modo de saludo. Amara pudo notar el prominente acento francés-, si son tan amables de acompañarme dentro de la casa.
Una a una, fueron saliendo. Amara prefirió quedarse la última. Quizás podía salir corriendo. Pero antes de darse cuenta, el corpulento hombre francés la tenía agarrada fuertemente del brazo. Amara lo miró con una fiereza contenida.
-No me mires así-le dijo de forma dulce y tímida-, a mi tampoco me hace gracia estar aquí, pero escapándote solo conseguirás que te maten antes. Por cierto, me llamo Andreu.
La pequeña gitana lo miró con desconfianza, pero la mirada dorada de Andreu le parecía sincera, así que, relajo sus facciones, se soltó del agarre del hombre y siguió a las otras 3 gitanas hacia la puerta trasera de la casa.
-Por cierto, me llamo Amara- y dicho ésto, entró por una puerta de madera algo destrozada por la humedad, con orgullo-.

Andreu se adentró por la puerta trasera de la gran casa de la familia Mosel. En la cocina se encontró con la señora Mosel y Richelle, que lo miraba de forma suave e intensa a la vez. La firme voz de la madre de su obsesión lo trajo de vuelta a la realidad en la que se encontraba. Pobre y triste realidad.
-Bien, quiero dejaros claro que trabajareis bajo mis órdenes, Andreu, al que creo que ya conoceréis, os dará mis instrucciones en caso de que yo no os la pueda proporcionar. Bien, a continuación os asignaré las tareas que desarrollareis en esta casa-tomó aire, y sus ojos turquesas se posaron en cada una de las gitanas, una por una-. Tú, ¿cuál es tu nombre?
-Erika, señora-le contestó con la cabeza agachada y de forma tenue la joven de ojos verdes-.
-Bien, Erika,-dijo pensativa la señora Mosel, mirándola de tal forma, que parecía atravesarla con una simple mirada-, tu te dedicarás a la limpieza y el mantenimiento de la casa, junto con las otras dos criadas que disponemos.-el silencio se apoderó de los presentes. La elegante dama miraba a la tímida gitana de forma intensa, casi acribillándola- ¿Y bien? ¿A qué se supone que esperas?. Vete con las muchachas de la limpieza.
Erika salió de la amplia cocina siguiendo a dos mujeres de unos 30 años, que portaban todo tipo de paños, escobas, fregonas, agua e incluso productos específicos para la limpieza.
-Tú, ¿cómo te llamas?-le preguntó a la corpulenta mujer a la que abrazaba la niña-.
-María, señora-le contesto de forma firme y segura-.
-Y esa niña tan preciosa que te abraza, ¿quién es?-preguntó esta vez adoptando una postura agachada, casi poniéndose a la altura de la niña, y hablándole de forma suave y tranquila-.
-Me llamo Ágata-le respondió con una voz de canario la niña-, y esta es mi mamá.
La señora Mosel sonrió tiernamente a la niña. Amara que presenciaba la escena de forma seria, analizando todo, no le daba buena espina nada de aquello, personas como esa mujer habían destrozado su vida en menos de un día, y la sola idea de que aquella señora podía llegar a ser un ápice diferente a los demás.
-En este caso-empezó a decir la señora Mosel- María, trabajarás en la cocina, tu preciosa hijita Ágata, te ayudará.
-Gracias, señora-le dijo con felicidad casi contenida la mujer mientras se dirigía hacia la nana de Richelle-.
-En cuanto a ti...-dijo la señora Mosel, analizando con la mirada a Amara-. ¿Cuál es tu nombre?
-Me llamo Amara-le respondió con la cabeza alta la morena, mirando a la dama directamente a los ojos, casi la estaba retando a una especie de desafío. La señora Mosel rió-.
-Eres osada, joven Amara-dijo de forma que parecía que medía de forma exacta sus palabras-. Mmmm, a ti no se que tarea asignarte. ¡Oh, ya sé! Serás la ayudante de Andreu, ya que el últimamente tiene mucho trabajo, dado que ahora somos una familia de mucha mas categoría, lo ayudarás en todas sus tareas, y también limpiarás, y coserás la ropa que tenga algún fallo. Si, creo que en eso podrás ser bastante útil. Andreu, te mostrará dónde se encuentra tu habitación. Procura estar aquí a las tres en punto. Podéis retiraros.

Dicho esto, la señora Mosel salió con andares ligeros de la enorme cocina, seguida por Richelle, quien se había dedicado exclusivamente a admirar a Andreu. Antes de salir por la puerta, le dedicó una última mirada al hombre, esta vez sin reparos y sin ningún cuidado. Andreu le dedicó una sincera sonrisa, dejando ver sus perfecto y blancos dientes. A Amara no se le pasó desapercibido ese detalle, ninguno de los anteriores. Una vez que Richelle salió por la puerta, Andreu rompió el tranquilo.
-Sígueme por favor, Amara-dijo con amabilidad. La chica obedeció-.
Andreu la guió por diferentes pasillos, hasta llegar a una parte de la casa bastante apartada del resto. Amara supuso que ahí se encontraban las habitaciones de los trabajadores. Andreu se detuvo frente a una puerta al final del pasillo.
-Ésta será tu habitación-le dijo a modo de bienvenida, abriendo la puerta, y dejándola pasar a ella de forma caballerosa-. Espero que estés cómoda.
La habitación era pequeña. Pintada enteramente de blanco, pero tenía infinidad de manchas negras e incluso con tonos verdes, debido a la humedad. Sólo había una cama que se encontraba bajo una pequeña ventana llena de rejas. A la izquierda, se encontraba un pequeño armario de madera marrón.
-La señora Mosel -empezó a decir Andreu entrando en la habitación-se encargará de buscarte algo de ropa usada.
-Que gran honor, entonces-dijo Amara levantando una de sus finas cejas. Se volvió hacia Andreu, y lo examinó un poco con la mirada, hasta que decidió volver ha hablar-. He tenido el placer de observar la...conexión que tienes con la hija de la señora Mosel, Andreu.
-No sabes nada, Amara-dijo Andreu cambiando radicalmente la expresión de su cara. El tono de su voz estaba en plena tensión-. No te atrevas a juzgarnos.
-¿Crees qué estoy en disposición de juzgar a alguien, Andreu?-preguntó de forma tranquila y pausada-. Simplemente, me gustaría saber como...pasó. Resulta difícil de digerir.
-Es complicado.-dijo más relajado el corpulento hombre-. No es el mejor momento para contártelo Amara, debo ir a seguir haciendo mis tareas. Nos vemos a las tres. Sé puntual.-dijo Andreu con una sonrisa antes de salir por la puerta, cerrándola tras su paso.-

Amara volvió a observar su nueva habitación, volvió a mirar al principio de su nueva vida. Se sentó en la cama, y miró al techo. Ella no estaba preparada para todo esto que le estaba pasando, y ni mucho menos, para todo lo que se imaginaba que iba a pasar. Estaba asustada, no podía negar. Pero no por ella, si no por su madre, por sus hermanas, por su abuela, por todas las mujeres de su aldea. No quería que nada malo les pasase. La simple idea de aquello le causaba una horrible migraña. Decidió no pensar más en ello. Bajó la vista hacia el frente, y observó otra puerta. Andreu no le había mencionado nada de ella. Aún así, se levantó y se dirigió a ella,y a continuación la abrió. Nada. Sólo un simple muro de ladrillos rojizos. Suspiró con resignación y volvió a la cama, donde esta vez, se tumbó y dejó que las horas pasaran. Que pasaran rápido, y que ella no se enterara, y que cuando se levantara de aquella dura y fina cama, pueda salir de aquella enorme y fría casa y volver con la poca familia que le quedaba. Pero en el fondo, ella sabía que aquello era imposible.




Inma N. V. © 2011

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