30 mar 2011

Capítulo 4

Las horas habían pasado volando. Cuando se quiero dar cuenta, ya quedaban escasos segundos para que dieran las tres en punto. Una parte de ella le decía que debía quedarse en esa habitación, que luchara contra lo que se le imponía, pero una pequeña vocecita que venía de su interior le gritaba que debía salir de ahí e ir a las cocinas.
Amara se levantó perezosa y salió de su habitación.

Egon conducía su flamante coche negro rumbo hacia su casa. Iba todo lo rápido que el automóvil le permitía. Le encantaba. Todo ese stress que de repente se le había acumulado se esfumaba como el humo del cigarrillo que se estaba fumando. A los pocos minutos llegó a su casa. Aparcó rápidamente su coche y bajó elegantemente de él y entró por la enorme puerta de madera que le daba la bienvenida de forma silenciosa.

El sonido de un reloj dando las tres en punto hizo que acelerara de forma notoria su ligero paso. Salió del ala de los empleados llegando a continuación al enorme atrio de la casa. El negro suelo resbalaba, ocasionando que frenara en seco. El sonido de la puerta principal sonó de forma estridente al cerrarse, anunciando la llegada del general Egon Mosel. Amara lo miró de forma repulsiva, mas, el militar no parecía haberse dado cuenta de la presencia de la morena.

Egon dejó que la imponente puerta de roble se cerrara tras él. Atravesó un pequeño recibidor y se adentró en el enorme atrio de la casa. Andaba con aires de grandeza, de forma exquisita, mientras miraba a su, ya bastante conocido, alrededor. Volvió su vista al frente, y se encontró con la castaña mirada de la gitana de esta mañana. Se acercó a ella sin dejar de mirarla un solo instante. Conforme acortaba la distancia entre ellos, pudo apreciar como los suaves rasgos de la chica se endurecían, mientras se incorporaba ligeramente, tratando de no volver a resbalarse de nuevo.
-Vaya, vaya-dijo Egon parándose a poco más de un metro de ella-, mira a quién tenemos aquí. Una pena que no estés mucho tiempo-inquirió sátiramente mientras se acercaba un par de pasos más a la chica-. Me encargaré de extinguirte, a ti y a toda tu asquerosa raza, gitana.
-Já-rió Amara mientras levantaba una ceja. Egon estaba empezando a odiar ese gesto-. Si el soldadito me disculpa, debo de estar en las cocinas. Lástima que no pueda decir que ha sido un placer volver a verte.-Y dicho esto, dio la espalda a Egon y se dirigió a su destino.-
Pero Egon se acercó rápidamente a Amara. La agarró fuertemente de su delgado brazo y a casi una velocidad sobrehumana la atrajo hacia él.
Sus caras se encontraban a escasos centímetros. Ambos respiraban el aliento del otro. La colonia de Egon nubló por un momento los sentidos de Amara. Ninguno de los dos movía un solo músculo.

Egon podía ver el miedo en el rostro de aquella chica. Sus enormes ojos estaban muy abiertos. Aún así, lo no lo dejaba de mirar a los ojos, como si esperara una reacción por su parte.

Los rasgos de su nuevo amo eran duros y serios. Tenía muy fruncido el ceño, tanto, que parecía como si solo tuviera una sola ceja.
La miraba con rabia, con odio. Tenía miedo. Deseaba que alguien la sacara de aquel lugar, que la liberara del fuerte agarre, que cada vez parecía doler mas, de aquel tipo.

-Ejem.-Un fuerte carraspeo hizo que Amara volteara su cabeza. Egon por su parte, la miró un poco más e hizo lo mismo que la morena. Andreu los miraba impasible-.Señor, la chica debe acudir a las cocinas. Son órdenes de su madre.
Egon soltó de forma brusca a Amara, como si el más mínimo tacto con la piel de la morena le quemara.
-Lárgate de mi vista, das asco-le dijo mientras veía como se acercaba frágilmente a Andreu-. Pero no te creas que esto a terminado aquí gitana.

Egon se dio la vuelta y subió las escaleras con una notoria soberbia. Hasta que Andreu no estuvo seguro de que estaban completamente solos no habló, y aún cuando lo hizo, fue en un tono más bajo que el suyo habitual.
-¿Se puede saber qué hacías?-le inquirió-.Debes de tener más cuidado con él. A ver si eres capaz de estar calladita.
-¿No nos esperaba la señora?-dijo Amara de forma cínica-. No me entretengas, Andreu.

Amara se dirigió a las cocinas, seguida por el corpulento hombre, que la miraba con un aire de ligera preocupación, aquella chica se iba a meter en un lío.
Ambos entraron en la sala, donde ya se encontraban Erika, María y la pequeña Ágata, junto con las otras criadas y la señora Mosel. Ésta los miró de forma recriminatoria.
-Disculpe la tardanza, señora Mosel-dijo Adreu con la cabeza agachada-, Amara no está aún muy orientada.
-Que no vuelva a ocurrir.-dijo simplemente la señora Mosel-. Bien, ya podemos empezar. Hoy vendrán a cenar unos amigos de la infancia del señor, por lo que, habrá que dar una buena impresión. Andreu, tu te vas a quedar aquí y terminarás de hacer la comida, que ya le queda poco. Erika, tu irás con María a preparar el salón para dicha comida, y pondréis la vajilla francesa, luego volvéis aquí. Andreu, lleva a Amara y a Ágata a que se den una buena ducha para que estén presentables, ellas serán las que, junto con Martina, nos servirán la cena.
Sin esperar una respuesta por parte de las personas que se encontraban con ella, salió se forma casi apresurada de la cocina.
-Seguidme.-Les dijo Andreu a Amara y a la pequeña Ágata-.

Andreu salió con paso seguro del lugar, seguido por Ágata, que agarraba de forma segura la mano de Amara.
El hombre las guió por diferentes pasillos del ala de los empleados, hasta llegar a una puerta que se encontraba al final de uno de ellos.
-Aquí es donde os lavareis y os aseareis cuando sea necesario, -empezó a decir Andreu de forma pasiva-, entrad. Ahí dentro tendréis todo lo necesario y la ropa que os debéis poner para servir la cena. Yo espero aquí fuera, no tardéis.

Ágata entró inmediatamente en el baño, seguida de cerca por Amara, que nada más entrar, cerró la desgastada puerta.
Era un lugar pequeño, completamente cubierto de azulejos blancos con tonos negros y azules. El techo tenía unas claras y enormes humedades, y el suelo, que parecía haber sido en un pasado de color blanco, era gris.
En una esquina, había un pequeño mueble, en el que justo encima habían un jabón amarillo, una toalla roida y demasiado almidonada y los uniformes que debían ponerse.
Cuando Amara se quiso dar cuenta, la pequeña niña que estaba con ella, ya se había desnudado y metido en la enorme bañera, disfrutando de un merecido baño.
Amara cogió el jabón e imitó a Ágata. No tardaron más de 5 minutos, cuando Andreu pegó a la puerta para saber el tiempo que les quedaba. Amara salió de la bañera, mientras agarraba la toalla y empezaba a vestirse con el horrible uniforme negro y blanco que le habían dejado allí. Una vez vestida, sacó a la niña de la bañera y le tendió la toalla, mientras le daba el uniforme. La pequeña no sabía vestirse correctamente, así que ella le tuvo que ayudar. A los pocos minutos salieron. Andreu se encontraba apoyado de forma desaliñada en la pared. El hombre simplemente las miró y empezó a andar, ambas lo siguieron.
El sonido del reloj les avisó que eran las cuatro de la tarde. Amara se sorprendió lo rápido que había pasado el tiempo.

Andreu las guió por el inmenso atrio, que no estaba tan resbaladizo como antes, lo que le facilitó a Amara seguir los grandes pasos de Andreu. Atravesaron en amplio lugar hasta llegar a una gran puerta que se encontraba al otro lado. Era casi tan grande como la principal, pero gozaba de un mejor cuidado, y parecía haber sido barnizada hace poco, lo que resaltaba aún más su majestuosidad. La puerta tenía grandes detalles grabados por todo su contorno, lo que hacía aún más el efecto de inmensidad. Andreu la abrió, simplemente empujando uno de los dos enormes picaportes dorados que tenía. Las tres personas entraron en un enorme comedor, casi listo para la velada que iba a presenciarse ahí.
-Bien, quedan unas dos horas para que vengan los invitados y unas tres para que se sirva la cena.-empezó a decir Andreu, Ágata casi ni lo escuchaba, estaba absorta mirando al enorme lámpara de araña que iluminaba a la perfección el comedor. Amara por su parte, estaba absorta en sus pensamientos, no paraba de pensar y de idear un plan para salir ilesa de esa casa, de ese país, y si la situación lo requería, también de Europa.-...Y luego, acordaros que no debéis de mirar a la cara a ninguno de los señores, y mucho menos a cualquiera de los invitados. Bien, creo que no me olvido de nada. ¿Alguna duda?
-Si, -dijo Amara volviendo a la realidad-, ¿la pequeña también va a servir la comida?. Lo digo porque no tiene suficiente fuerza para coger las bandejas sin que le tiemble el brazo.
-No, simplemente llevará el carro con la comida y demás, tú serás la que sirva la comida y todo lo que te ordenen.
-¿Ordenen?-preguntó con desdén Amara-.
-Si, ordenen. -le dijo Andreu con tono cansado-. Siento decírtelo, pero ya no eres libre, y debes hacer lo que te ordenan si no quieres pasarlo muy mal. Ahora seguidme, ayudareis en las cocinas.

Andreu salió del salón, seguido de nuevo, por Ágata, que no parecía haberse enterado de la conversación, y Amara, que iba con el ceño fruncido, tragándose ese gran orgullo que tenía. Iba a ser una noche muy larga.

No hay comentarios: